El burka : la muerte simbólica de la mujer

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Autor: Robert Redeker es filósofo,  ensayista y profesor de instituto.

¿Cómo tomarnos la decisión del Tribunal Supremo español de anular el decreto de la alcaldía de Lérida prohibiendo el velo íntegro islámico? ¿Cómo orientarse en la polémica –  Francia conoció su variante hace algunos años – entre opositores y partidarios del burka? ¿Tiene razón Fernando Savater,  en su escrito del pasado once de marzo en El País, cuando estima que prohibir el burka atenta contra la libertad humana?

Savater y otros se amparan en la libertad de escoger lo que uno se pone encima para criticar la prohibición del velo integral. Así, colocan al burka en la misma categoría que otras vestimentas, la de la escafandra por ejemplo, sugiriendo que no hay diferencias entre la naturaleza de ambas, entre la existencia de una mujer amortajada y la de una submarinista. El burka significa lo contrario de la libertad. Signo de opresión, representa el vasallaje de las mujeres. Como es imposible que renuncien libremente a su libertad, las mujeres que escogen el burka lo hacen cegadas por una ideología totalitaria. Se imaginan ser libres, pero no lo son, como no lo son los alcohólicos que creen que escogen libremente conducir a 200 km. en la autopista.Se someten a una ilusión de libertad.

Hay una cuestión más profunda que nos plantea el velo integral, esa especie de saco informe con el que se embala a la mujer, que más parece una bolsa de basura que un traje.  A través del vestido la mujer expresa su personalidad y se muestra a otros seres humanos. Nuestros trajes nos diferencian unos de otros. El burka persigue un fin exactamente opuesto : anular las diferencias entre las mujeres, es decir, anular su personalidad hasta el extremo de hacerlas invisibles. La mujer recubierta con un burka es la mujer invisible. El secreto profundo del burka es sin duda la eliminación de las mujeres. La fantasía de un mundo sin mujeres. Un homicidio simbólico. El homicidio simbólico de la mujer. Autorizarlo  es convertirse en cómplice de esa muerte.

¿ Que es el burka, ya que no es un traje,? ¿ Que es además de una  mortaja en la que se envuelve a la mujer en vida? Lo mismo que una bandera: un cartel de propaganda. Llevar el burka es transformarse en una valla publicitaria del islamismo. Es decir, lejos de ser un traje, el burka es un manifiesto político, el signo de la pertenencia a una galaxia política – el islamismo radical – absolutamente opuesta a los ideales y valores que estructuran la existencia colectiva de los europeos occidentales. De hecho, el burka es un insulto a la cara de este mundo europeo.  Y un insulto escupido al rostro de todas las mujeres, musulmanas o de origen europeo, que no lo llevan.

De forma enmascarada, llevar burka es un ataque a nuestra estructura social y la afirmación de la preferencia por otra. O mejor: la presencia de mujeres burka en nuestras calles prueba que existe en el seno de nuestras sociedades europeas una contra-sociedad que se organiza negando nuestros valores. Que vive con los suyos esperando ver el día en que podrá destruir los nuestros. Que se considera el embrión de la futura sociedad. La matriz de la Europa de mañana. Esta contra-sociedad, que se estructura según su propia lógica, es de tipo totalitario.

La argumentación de los que, como Savater, apelan a la libertad para justificar el burka no se tiene en pie, es demasiado ingenua. El burka transforma a la mujer en una cosa, una bandera política, un eslogan en la calle, la inhumaniza privándola de su cuerpo y de su cara. Su prohibición en suelo europeo no es un ataque a la libertad de nadie sino la defensa de nuestros valores más sagrados frente al totalitarismo.

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