El estudio científico del ateísmo
“Ateísmo”, en nuestra tradición, tiene distintos acentos o “coloraciones”: “No es lo mismo ser ateo católico, que ser ateo judío o ateo musulmán”, recuerda Gustavo Bueno (2007). Como es sabido, los mismos cristianos eran considerados “ateos” por el estoico Justino en el siglo II, debido a que negaban la existencia de los dioses paganos. Y también los indios de la escuela Cärvaka/Lokayata, ya en el siglo VII a.C., han sido considerados “ateos” por los historiadores del materialismo marxista, debido a que negaban la “teología” ortodoxa de los Vedas.
Sin embargo, es en la tradición filosófica occidental donde tanto el teísmo como el a-teísmo se perfilan como posiciones filosóficas claras, y no sólo en la “tradición alternativa”, para decirlo con el historiador escocés del ateísmo James Thrower (The alternative tradition), compuesta de filósofos heterodoxos naturalistas y escépticos, sino en la propia tradición teológica cristiana, donde los argumentos a-teos son reproducidos y contestados por la teología natural (Suma Teológica. Parte Ia. Cuestión 2).
Ateísmo como a-teísmo
Un historiador moderno del ateísmo, Paul Cliteur (The moral outlook. In defense of moral and political secularism, 2011), propone definir ateísmo, basándose en la definición de Ernest Nagel (1901-1985) en este sentido, como “la crítica y negación de las principales afirmaciones en todas las variedades de teísmo”, entendiendo por tal la posición que afirma la existencia de un Dios con ciertos atributos esenciales, existenciales y morales. Esta redefinición –ateísmo como -a-teísmo–, aparentemente, borra las “coloraciones” de los diferentes ateísmos, considerando igualmente a-teos a los filósofos griegos o romanos que negaban la existencia de un Dios personal, a los “exmusulmanes”, a los judíos seculares, e incluso al budismo Theravada o el Jainismo, pasando por Spinoza y sus seguidores. Debido a que la mayoría de las culturas humanas no han creído en un Dios o en dioses moralizantes, según el registro antropológico (Bottero, CA., et al, 2014), curiosamente habría que considerar “a-teos” también a la mayoría de los pueblos “primitivos”, en la medida en que no eran teístas.
Fraccionando el ateísmo
Un aproximación diferente procede de la ciencia cognitiva de la religión, y concretamente de la síntesis del estudio científico del ateísmo a cargo de Jonathan Lanman. ”Ateísmo”, igual que el concepto de “religión” (o «humanismo») sería según esto un “constructo social” y no un “tipo natural” –objetivamente existente en eso que llamamos «naturaleza». La idea de “religión”, sin embargo, incluiría fenómenos que si son “tipos naturales”; incluyendo la creencia en agentes no físicos, el diseño inteligente del universo, o la continuación de la vida después de la muerte, posiblemente entre otros.
Para Lanman es preciso fraccionar la idea de “ateísmo” en al menos tres elementos: i) ausencia de creencia en la existencia de agentes no físicos; ii) juicios morales en torno a la inmoralidad de la religión y iii) identidades sociales que destacan la idea de “ateísmo” u otras formas de “no religión”.
El ateísmo abarcaría, en consecuencia, un conjunto muy variado de fenómenos naturales “fraccionados” que necesitarían un estudio específico. Por ello es posible encontrar individuos que se consideran “espirituales”; es decir, que creen en algún tipo de agencia no física, pero a la vez consideran “inmoral” la religión (ateos espirituales), o bien individuos que se consideran ateos, y no creen en la existencia de una agencia no física, pero simultáneamente no consideran que la religión sea inmoral (ateos conservadores).