¿Cuántos tipos de «ateos» hay?

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Lo que llaman “ateos analíticos”, que asociamos normalmente con personalidades públicas como el biólogo Richard Dawkins o el filósofo Daniel Dennett, son sólo la punta de un iceberg de increencia. Ya un estudio de Norenzayan y Gervais (2012) separó entre formas intuitivas y no intuitivas de ateísmo, distinguiendo cuatro modalidades: ateos “psicológicos”, indiferentes, culturales y, sólo finalmente, analíticos. No es igual no creer en Dios porque alguien tiene un problema para detectar patrones mentales –como ocurre con los autistas–, porque ha llegado a conclusiones desfavorables al teísmo tras un supuesto proceso de análisis y deliberación, o sencillamente porque no ha sido expuesto a creencias religiosas como parte de su educación.

Ahora, Page y Navarick han añadido nuevas complejidades en esta clasificación, tras estudiar una muestra online de personas que se identifican como ateos (n=666).

En este estudio los no creyentes aparecen distribuidos en algo que se asemeja a un espectro de posiciones “no teístas”, con diferentes puntos intermedios, pero entre los que cabe distinguir tres grupos principales: un grupo más grande de ateos “gnósticos” –también se podrían llamar dogmáticos– que caracterizan su posición como cierta y de carácter definitivo; los ateos “agnósticos” –o escépticos–, que describen su posición como más “maleable” y “abierta a las evidencias”, y los ateos “ambivalentes”, que simplemente no están seguros.

Una de las conclusiones del trabajo es que un porcentaje no despreciable de no creyentes (13%) no rechazan pertenecer a una afiliación religiosa en particular: “se podría decir que uno se afilia a una religión por varias razones sociales y psicológicas distintas a creer en una deidad, por ejemplo, judíos seculares que atienden servicios religiosos por razones sociales o emocionales, una familia que practica la religión, o una identificación con los valores morales de la religión”.

Los autores observan también que esta clasificación refleja especularmente la imagen de los creyentes, entre los que también es sencillo encontrar diferentes niveles de dogmatismo, escepticismo e indiferencia. En este sentido, la estructura de la increencia y de la creencia convergen.

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