De nuestro colaborador Roger Corcho
Este escrito recoge parte de una charla impartida en Santander el 18 de abril de 2012, pero sobre todo se hace eco de infinidad de discusiones con mi padre.
No se puede confundir tolerancia con ausencia de crítica.
En las aulas circulan innumerables ideas, e inevitablemente habrá ideas falsas junto a otras verdaderas. Sobre las creencias verdaderas no hay discusión: son buenas, beneficiosas, y constituyen el sendero para el progreso humano. ¿Pero qué hay que hacer con las creencias falsas? ¿Cómo hay que gestionarlas?
Si se define la escuela como un templo de la verdad –de la misma manera que se construyen templos dedicados a “quimeras perjudiciales”- , en ese caso los profesores deberían actuar como filtros que acorralaran y dejaran a la intemperie las creencias falsas. Esta solución no es, sin embargo, tan sencilla de aplicar.
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