Leyes sobre blasfemia en el siglo XXI

La blasfemia es un concepto extraño. De acuerdo con mi diccionario se refiere al «acto o la ofensa de hablar de forma sacrílega sobre Dios o las cosas sagradas.» Según esta definición, todos los creyentes religiosos incurren constantemente en blasfemia hacia todos los dioses en los que no creen. Podría pensarse que esta simple osbervación pone término a cualquier cháchara estúpida a cerca de legislar la blasfemia, pero estaríamos en un error espectacular. Una reciente lista de leyes sobre la blasfemia deja claro que no se encuentra sólo en los lugares obvios, Irán, Pakistán, Arabia Saudi y otras naciones igualmente poco ilustradas, sion también en la mayor parte de los países europeos, Canadá, y varios estados de EE.UU.

Para añadir ironía a la tragedia, por supuesto, Arabia Saudi -ese faro de tolerancia- ha montado recientemente una campaña en las Naciones Unidas para aprobar una resolución anti-blasfemia, patrocinada (¡sorpresa, sorpresa!) por los 56 países miembros de la Organización para la Conferencia Islámica. Porque nada habla más claramente a favor de la tolerancia religiosa que el mundo islámicao. En Arabia Saudí, por situarnos en el más obvio motor tras este esfuerzo, no se podria celebrar una conferencia interreligiosa sobre blasfemia religiosa, dado que no se permitiría que los judíos, los cristianos, e incluso los representantes no saudíes del Islam permanecieran en el país si profesaran abiertamente sus credos respectivos.

Los proponentes de las leyes anti-blasfemia dentro de los cuerpos internacionales como las Naciones Unidas o la Comunidad Europea parecen ignorar las obvias contradicciones legales (por no mencionar las morales) que tales leyes provocan inmediatamente. En la medida en que concierne a las Naciones Unidas, por ejemplo, las leyes sobre la blasfemia se encuentran en abierta oposición a la Declaración de Derechos Humanos, que constituye una parte esencial de la de la raison d’être de la ONU. En Europa, tan recientemente como en Mayo de 2009, la Comisión de Venecia, que es el cuerpo consultivo de la UE para temas constitucionales, estableció claramente que la blasfemia se sitúa bajo la libertad de expresión, protegida por la carta de la UE.

Afortunadamente, la mayoría de los países occidentales simplemente no hacen uso de sus leyes sobre blasfemia, si bien han fracasado los intentos recientes en Dinamarca, Finlandia u Holanda para eliminarlas. Inglaterra es una excepción brillante y positiva: en marzo del pasado año la Casa de los Lores abolió finalmente los estatutos anti-blasfemia con un resultado de 148 contra 87 votos. Es instructivo, sin embargo, leer el intento del conservador Detta O’Cathain para defender lo infendible:

«La cuestión esencial es: ¿Deberemos sustituir las creencias cristianas y reemplazarlas por creencias laicas? Durante todo el tiempo en que ha existido un país llamado Inglaterra, siempre ha sido una nación cristiana, reconociendo públicamente al Dios único y verdadero.» Claro, el único y verdadero Dios. A excepción, por supuesto, de todas aquellas personas religiosas que son ciudadanos legales británicos y resulta que creen en otros dioses. Y por supuesto esta no es justamente la cuestión esencial: O’Cathain está cayendo en el mismo error (posiblemente deliberado) que es común entre los cristianos fundamentalistas de los Estados Unidos, la confusión entre la libertad de expresión (incluyendo por supuesto a los no-teístas) y la persecución de la propia fe. ¿No podría ser que esta paranoia persecutoria proviniera del actual legado de intolerancia y violencia que ha caracterizado a las igleisas cristianas a lo largo de su historia?

Pero el paso positivo de Inglaterra parece que va a ser contrarrestado por un movimiento inusual en una cercana parte de Europa: ¡Irlanda está considerando colocar una nueva ley sobre la blasfemia! El estatuto propuesto afirma en un lugar que «Una persona que publica o profiere material blasfemo será culpable de ofensa y será condenado a pagar una suma no mayor de 100,000€» y define la blasfemia como un discurso que es «groseramente injurioso o insultante en relación a las materias consideradas sagradas por cualquier religión, causando en consecuencia el escándalo en un número substancial de los practicantes de esa religión.» No estoy seguro de cuál es la diferencia entre entre «groseramente injurioso» y simplemente injurioso, o donde está el umbral  que define a un número «substancial» de ofendidos, pero el concepto de «insulto» es tan tenue que me pregunto seriamente cómo una ley semejante puede permitir la preservación de la libertad de expresión como tal en Irlanda. Supongamos que fundo una religión que sólo posee un mandamiento: no hay más dioses que la Gran Burbuja Verde del cielo.» (Se apreciará que no esto no es tan disparatado, considerando que una cláusula similar representa el primer mandamiento de las tres religiones abrahámicas). Incluso desde el inicio, con sólo un miembro, mi nueva religión poseería simultáneamente tanto el derecho a ser protegida contra la blasfemia como el hecho de ser blasfema para todas las demás religiones. ¡Esto sí que es una contradicción lógica! El ejemplo podría parecer escandaloso, pero se trata de una versión simple y muy obvia de lo que ya está sucediendo: tal y como mis amigos ateos cuentan a menudo a sus contrapartes religiosos, sólamente descreo de un dios más que tú, por lo que todo el mundo es blasfemo por definición.

Pero por supuesto el argumento real contra las leyes sobre la blasfemia no es una cuestión de contradicciones lógicas o de consistencia legal, es un problema de simple decencia. Esto fué establecido con la mayor claridad por la Corte Suprema de los EE.UU. en el caso de Burstyn contra Wilson (1952): «No es asunto del gobierno en nuestra nación suprimir ataques reales o imaginarios contra una doctrina religiosa particular, ya aparezcan en publicaciones, discursos o películas.» Esto es así porque una sociedad abierta sólo puede prosperar siendo eso: abierta. Comprendo que esto no sienta bien en las naciones teocráticas como Arabia Saudí, pero realmente hay que ser un descerebrado para no verlo en las democracias occidentales. Y este principio debe aplicarse también al discurso no-religioso: Canadá y varios países europeos, por ejemplo, poseen leyes contra la incitación al odio que convierte en ilegal (por ejemplo en Alemania) la negación de hechos históricos como el Holocausto. Negar el holocausto es estúpido, fanático e ignorante. Pero esto debería combatirse con la educación y el pensamiento crítico.

Lo que necesita ser protegido no son los discursos que incitan al odio, por supuesto, sino las acciones de odio: quemar iglesias, asesinar a médicos abortistas o atacar las embajadas de los paises cuyos ciudadanos publican viñetas satíricas debe ser condenado fuertemente y perseguirse mediante la ley. Sólo hay una excepción razonable a la protección ilimitada del discurso: cuando alguien incita directamente a los crímenes de odio. Pero en este punto las religiones tienen un historial realmente malo. ¿No deberíamos limpiar el odio y la violencia reales en nuestras propias casas antes de lanzarnos contra los imaginarios que nuestra paranoia atribuye a otras personas?

Por Massimo Pigliucci. Publicado en Rationally Speaking

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El Islam hecho hormigón

El Islam hecho hormigón: a propósito del conflicto alrededor de la construcción de una gran mezquita en Colonia, por Necla Kelek ( Publicista, científica social y feminista. Nacida en Turquía y criada en Alemania.)

mezquitaLos musulmanes en Alemania quieren tener una mayor presencia y reconocimiento oficial, pero sus mezquitas no son el mejor instrumento, puesto que no hacen más que incidir en su alejamiento respecto de la sociedad que los acoge.

Las mezquitas no son iglesias

Si uno desea ver la mezquita más grande de Ankara, llamada Kocatepe Camii, inicialmente uno se encuentra enfrente de un centro comercial. Una vez recorrido el departamento de pantalones y camisas una escalera permite acceder al lugar.

Esta enorme mezquita, que con el tiempo ha sido incorporada al escudo de armas de la ciudad, descansa toda ella sobre un enorme bazar. Ésta es una tradición con arraigo en el Islam, puesto que el propio Profeta fue en su tiempo un comerciante, y muchas prácticas de este culto están basadas en una especie de mercadeo con Dios. Es más, en otro distrito de la capital una mezquita de reciente construcción pero diseñada al viejo estilo, alberga en su planta baja una tienda de sofás.

Mezquitas, «masjids», son literalmente lugares donde uno va a tumbarse. Según la tradición islámica éstos no son lugares sagrados, si no espacios de encuentro donde los hombres acuden a rezar pero también a hacer negocios. La mezquita es un centro social.

En el Corán solo se menciona a las mezquitas en un único verso «…casas a las que Dios ha dado su consentimiento para que sean construidas y Su nombre sea mencionado en ellas…» ( Sura 24, Verso 36).

El lugar donde Mahoma se encontraba con sus seguidores; tal cómo el estudioso del Islam Meter Heine escribió en su diccionario «Islam-Lexikon», las mezquitas tenían funciones administrativas: «Las reuniones de los consejos tribales tenían lugar en ellas».

Han surgido dos tipos de lugares para la oración. El primero es el destinado a los practicantes diarios, y el segundo el propio de los sermones del viernes. Los sermones del viernes siempre han tenido un carácter político; es en este tipo de mezquitas donde los Califas difundían su doctrina. El tamaño y los interiores de la mezquita de Colonia sugieren claramente que se trata de una mezquita pensada para los sermones del viernes.

En principio, no hay nada en contra de la construcción de este edificio en Alemania. Según las leyes alemanas, todo el mundo tiene derecho a practicar una religión y a reunirse con otros fieles. Pero las asociaciones islámicas no están reconocidas como comunidades religiosas. La mayoría no han intentado ni siquiera obtener este reconocimiento, aún cuando lo podrían haber solicitado en cualquier estado federado – como sí han hecho con éxito los Alevitas, una corriente islámica no reconocida por el resto de asociaciones islámicas como musulmana. Es el caso de La Milli Görus y el DITIB (una rama alemana de Diyanet Isleri Baskanligi (Presidencia de Asuntos Religiosos), que al darse cuenta de que no cumplían los requisitos para obtener dicho reconocimiento deciden construir primero sus mezquitas, parapetarse detrás de otras asociaciones culturales para evitar responder cuestiones críticas como cual es su número de miembros, finanzas y lazos con gobiernos extranjeros y esperar el momento oportuno para lograr su reconocimiento.

Leyendo las lecturas musulmanas, vemos que las mezquitas no son lugares sagrados como las iglesias o las sinagogas, si no «espacios multi-funcionales». Se prefiere guardar esta evidencia en secreto. Como el hecho de que el Islam no es una iglesia. El Islam no se define a sí mismo como una congregación religiosa, si no como una filosofía de la vida que congrega en una misma unidad política y religión. No existe una doctrina teológica obligatoria. En este sentido, las asociaciones islámicas funcionan como partidos políticos, como lobbies políticos. Esto significa que la construcción de mezquitas no es una cuestión de libertad religiosa, si no de libertad política. Las leyes sobre construcción y asociacionismo están constreñidas a estos asuntos. Por esta razón, un criterio para la constitución de una asociación política islámica debería ser la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Está garantizada la no discriminación de las mujeres? Y una segunda cuestión sería: ¿Sirven estos templos para ayudar en la integración? Hay espacio para la duda. De la manera que el Islam se practica en muchas mezquitas alemanas, ha demostrado ser una barrera contra la integración (COUNTER SOCIETY). Las mezquitas de mayor tamaño en Alemania se han ido convirtiendo en Medinas. En esos lugares los musulmanes practican sin supervisión exterior lo que ellos llaman la ley de Dios. No sólo se cultiva la espiritualidad y la salvación de los creyentes, si no que se disemina el patrón de una nueva sociedad de acuerdo con la sharia. En esos lugares los niños aprenden a distanciarse de la sociedad alemana – aprenden a dividir la sociedad entre creyentes y no creyentes. Aprenden que las mujeres deben servir a los hombres y que los alemanes son impuros, porque comen cerdo y no están circuncidados. Todo esto pasa sin ninguna supervisión exterior. Estas mezquitas se convierten en centros donde todas las necesidades pueden ser satisfechas, como si vivieran en un pequeño pueblo. Normalmente una escuela coránica, tiendas de comida kosher, agencias de viaje, peluquerías, restaurantes o salones de té se pueden encontrar en los alrededores de las mezquitas. Todo lo que un musulmán pueda necesitar lo encontrará alrededor de la mezquita, sin necesidad de interrelacionarse con el resto de la sociedad alemana.

Las mezquitas no son clubs privados para hombres

Las mezquitas son lugares dónde la separación vertical de una comunidad entre hombres y mujeres queda claramente reflejada. Las mujeres están – con contadas excepciones – confinadas en salas separadas.

Una democracia, a pesar de todo, reside en el hecho que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y deberes. La separación de la comunidad musulmana entre los hombres, quienes se pueden sentar en la mezquita, rezar y manejar sus asuntos, y las mujeres, confinadas en sus casas, no puede ser un modelo de integración. En el caso de que haya una discusión sobre la construcción de una mezquita, la cuestión a tratar es si las mujeres tendrán en ese lugar igual trato en la participación y la asunción de responsabilidades que los hombres.

Mientras en las mezquitas no se dé ejemplo de lo que es una sociedad igualitaria y se siga promulgando un modelo patriarcal arcaico, en estos lugares personas como yo no tienen nada que hacer. No comprendo la actitud de muchos embajadores y representantes de partidos políticos que promulgan la tolerancia hacia los musulmanes y al mismo tiempo permiten este tipo de discriminación de género.

El minarete como señal de victoria

Los musulmanes a menudo se quejan de que están obligados a rezar en domicilios privados o en vetustas oficinas. Esto no es ni anti-musulman ni discriminatorio. El prototipo de mezquita fue la de Mahoma en su casa de Medina: un patio con un pórtico abierto. No fue hasta que el Islam conquistó iglesias cuando la arquitectura de las mezquitas comenzó a cambiar.

El diseño del minarete, tal como luce en la actualidad en la mezquita de Colonia, se inspiró en las carpas o tiendas de campaña redondas. Su diseño no se populariza hasta la conquista de Bizancio por el Imperio Otomano. Copiando el modelo de la cúpula gigante de Santa Sofía en lo que más tarde se llamó Constantinopla, esta iglesia cristiana se convirtió en el prototipo a seguir por las mezquitas otomanas. Los minaretes se convirtieron en símbolos de la dominación otomana, también en La Meca. El diseño de la mezquita de Colonia sigue este patrón, como signo de conquista. Una cúpula abierta estilizada como un globo no transmite cosmopolitismo: lo que pasa debajo es significativo. Se podría interpretar este minarete como un clamor hegemónico, al igual que el Islam conquistó el templo cristiano de Santa Sofía, definiéndose a sí mismo como el «sello» de la consumación de la religión y reclamando el derecho a dominar el mundo. En cualquier caso, forma parte de la tradición otomana y en ningún caso ni su forma exterior ni su función interior apuntan a la integración o a la modernidad. Los arquitectos han hecho lo que sus contratistas conservadores les pidieron: una declaración política del Islam. Igual que lo del velo.

Las mezquitas que se usan para el sermón del viernes en el paisaje urbano son, al igual que el velo, toda una declaración de intenciones bien visible. Representan las palabras: estamos aquí, somos diferentes y tenemos el derecho a ser diferentes. Ciertamente tienen el derecho, pero deben permitir que se les pregunte: ¿Qué estáis haciendo con este derecho, y qué estáis haciendo por la sociedad? O ¿os estáis simplemente distanciando de ella?

La intención política detrás de este edificio en Colonia es dolorosamente clara. Otras mezquitas se construirán en otros lugares. Con el ejemplo de Colonia lo tendrán más fácil. En Duisburgo, una mezquita de viernes similar está siendo construida. Las organizaciones islámicas están presionando para su aceptación pública. Desean estar parejos con las iglesias. Qué mejor manera de mostrar esto que con piedras que claman «mira, nosotros también tenemos este tipo de edificios, como vosotros los cristianos y los judíos». Esto no es otra cosa que la manifestación y el proselitismo vía ladrillo y cemento.

Las políticas de la vergüenza

Es comprensible que haya habido resistencia ante estas posiciones políticas. Los musulmanes en Alemania tienen un gran problema – su baja credibilidad, puesto que entre sus palabras y sus actos media un gran trecho. Ante la opinión pública, ellos dan la imagen de respetar la constitución, pero realmente lo que se piensa y se hace entre esta comunidad no se explica; no hay transparencia.

Personalmente siento vergüenza por como se comportan los representantes de la comunidad islámica en Alemania. Problemas reales los hay, como los problemas de los inmigrantes con la lengua alemana, problemas educativos, familiares, relativos a las desigualdades que perjudican a las mujeres, crimen juvenil, violencia doméstica etc. Todos ellos urgentes, que requieren de fondos y el compromiso de la comunidad para solucionarlos, y en cambio ahí los tienen edificando un inmenso templo a imagen del poder que pretenden conseguir. Cada vez que estos problemas se ponen sobre la mesa replican que éstos nada tienen que ver con el Islam. Pero una religión que incide en todos los aspectos de la vida pública y privada mediante regulaciones, mandatos y tradiciones no puede esquivar las consecuencias de estas demandas a las primeras de cambio. Como respuesta, se achaca toda la responsabilidad a la sociedad alemana. En cambio, los musulmanes niegan tener nada que ver. Es tan escandaloso que llega a molestar. ¿Han hecho alguna campaña pública de recolecta de fondos para que todos los musulmanes puedan aprender alemán? ¿Han tenido alguna iniciativa en educación infantil o en defensa de los derechos de la mujer? Nada de nada. Se tiene dinero para arquitectos, abogados y hormigón pero no para el resto. Esperan además tener el aprecio del resto de la sociedad pero en ningún momento se plantean qué pueden hacer por ella, y por supuesto no se han parado a pensar que tendrían que estar agradecidos a la sociedad en la que viven. Por poner un ejemplo disfrutan de libertad de religión, cosa que no pueden decir ni cristianos, ni alevitas, ni armenios en Turquía y otros países islámicos.

El número de sectas y confesiones musulmanas es extenso, pero todas tienen en común que arremeten contra los alemanes como un todo, practicando la «taqiyya», el arte del engaño y la mentira como instrumento de relación con los no musulmanes. Los promotores de la mezquita de Colonia son representantes de las autoridades religiosas turcas. El DITIB sigue las instrucciones del gobierno turco en Alemania. No representa los intereses de los turcos alemanes.

La organización debería, por lo tanto, no sorprenderse de que la desconfianza y la preocupación sobre este tema aumenten, sobretodo si siguen presentándose como víctimas ante el menor atisbo de crítica. En este punto es adecuado recordar la sentencia de Max Frisch sobre la sociedad occidental: «Democracia significa que uno puede meterse en los asuntos de otro». El Islam es parte de la realidad alemana – y por lo tanto, es asunto de la sociedad alemana. Los musulmanes deben aceptarlo.

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Por qué hablan de laicismo «agresivo»

esperanto_moralPublicado en El Pais (opinión)

De los cinco modelos de relación entre el Estado y las religiones, el laico es el que mejor asegura los derechos de todos, creyentes o no. Pero la Iglesia, nostálgica del Estado confesional, intenta desprestigiarlo

El arzobispo Silvano Tomasi, observador del Vaticano ante la ONU, dijo no hace mucho (EL PAÍS, 24 de marzo de 2009) que la Iglesia está preocupada por el «laicismo agresivo» de algunos países europeos. La expresión me dejó algo perplejo. ¿Qué quería decir con eso tan distinguido clérigo? ¿Significa para él que el laicismo es en sí mismo una actitud política digna de alabanzas, y que sólo quedaría viciada si fuera defendida por métodos «agresivos»? Tal vez esté yo confundido, y el observador vaticano considere en el fondo que el laicismo es agresivo en sí mismo.

Un político cristiano que habla del papel positivo de la religión siempre se refiere a la suya

Si hay subsidios para los curas, los budistas y los musulmanes tienen derecho al mismo trato

En cualquier caso, monseñor Tomasi es un fiel representante del espíritu de su Iglesia, y sigue los pasos del actual Papa, el que fuera cardenal Joseph Ratzinger, quien en 2004 ya manifestaba una preocupación similar. El laicismo, según la argumentación de Ratzinger, estaba poniendo en peligro la libertad religiosa. Como prueba aducía el entonces cardenal el caso de un pastor protestante que, después de predicar en contra de la homosexualidad, fue condenado a un mes de cárcel. El laicismo, según Ratzinger, ha dejado de constituir un elemento de neutralidad capaz de abrir espacios de libertad para todos.

La confusión respecto a la verdadera naturaleza del laicismo alcanzó su cúspide cuando en 2007 el presidente Nicolas Sarkozy defendió la necesidad de que el laicismo dejara de alejar la nación francesa de sus raíces cristianas, de negar su pasado. Para él, una nación que ignora su histórica herencia ética, espiritual y religiosa, delinque contra su propia cultura. Y terminó defendiendo la idea de un «laicismo positivo».

Este debate manifiesta que hay una gran confusión en las sociedades europeas contemporáneas acerca de sus religiones o de su identidad secular. ¿En dónde radica el problema? En toda Europa hay ahora sociedades multirreligiosas y multiculturales. Si cada ciudadano basara sus principios morales en su pensamiento religioso, se produciría una carencia de base moral común. Los representantes de los diversos credos esperan de todos los demás que hablen en su lenguaje religioso particular. El católico, por ejemplo, piensa que si todo el mundo se convirtiera al catolicismo, tendríamos una base compartida sobre la que edificar nuestros principios. Y lo mismo ocurriría si todo el mundo se convirtiera al islam, al protestantismo o a cualquier otro credo, podrían proclamar todos los musulmanes o protestantes, etcétera.

Todo el mundo sabe que es altamente improbable que ocurra algo así. Los ciudadanos de los Estados del siglo XXI sólo tenemos una cosa en común en este sentido, ya que compartimos la manera de organizar la discusión de estas y otras cuestiones morales, y tal vez también el anhelo de polemizar pacíficamente sobre nuestras diferencias de opinión y creencias. En estas circunstancias, podríamos pensar que no hay ninguna posición mejor que la laicista para resolver las necesidades de nuestras sociedades, y que el laicismo es más útil que todos los demás modelos históricos de relación entre el Estado y la religión. ¿Cómo deberían relacionarse? Conocemos cinco modelos.

El primero es el «ateísmo político» o «ateísmo totalitario», en el que el ateísmo es la doctrina estatal. No se entiende como una convicción personal de unos individuos que piensan que Dios no existe, o que las razones para creer en su existencia no son incuestionables, sino que se convierte en la doctrina oficial del Estado, el cual trata de erradicar toda simpatía que la gente pueda sentir por las ideas religiosas y, sobre todo, por la idea de la existencia de Dios. El Estado ateo fue creado en 1917; sus ideólogos fueron Lenin y Stalin.

El segundo modelo es el del Estado religiosamente neutral o laico, en el que el Estado permanece «neutral». Admite todas las religiones, pero ninguna ocupa una posición de privilegio. El Estado no apoya la religión. No hace propaganda a favor de una u otra, ni financia públicamente ninguna Iglesia ni institución religiosa. Este modelo ha adoptado varias formas: la laicité francesa; la Wall of Separation de EE UU; el modelo turco. Ninguna de estas variedades tan diversas es necesariamente un laicismo «agresivo» (Tomasi), ni limita la libertad de expresión (Ratzinger), ni carece de dimensión «positiva» (Sarkozy). De hecho, en las sociedades multirreligiosas, no sería mala idea que el Estado fuese religiosamente neutral.

Pero, antes de sacar conclusiones precipitadas, estudiemos otras opciones. El tercero de los modelos es el del Estado «multirreligioso» o «multicultural», que trata a todas las religiones por igual porque las ayuda a todas en la misma medida. Si hay subsidios estatales para los curas cristianos, para el mantenimiento de las iglesias o la organización de sus sacerdotes, los budistas y los musulmanes tienen derecho a reclamar el mismo trato.

El cuarto modelo es el del Estado que tiene una Iglesia oficial. El Estado y la Iglesia combinan en estos casos sus fuerzas en el mantenimiento del orden público. No se suprimen las demás Iglesias, pero no tienen la prioridad que se concede a la oficial. En muchas declaraciones de los representantes de las Iglesias cristianas (incluyendo al Vaticano) se percibe cierta nostalgia de este modelo. Si un político cristiano habla del papel de la «religión» como poderoso elemento cohesionador de la sociedad, siempre se refiere a la suya, aunque evite decirlo tal cual, por no parecer políticamente incorrecto.

El quinto modelo es la teocracia, un sistema opuesto al ateísmo político pero que, paradójicamente, debe ser rechazado por los mismos motivos. En este modelo hay una religión que es favorecida por encima de las demás, que son suprimidas con brutalidad, a menudo por medio de prohibiciones legales e incluso por la fuerza. Este modelo quedó olvidado en Occidente, con algunas excepciones, hace años, pero regresó al poder en Irán a partir de 1979, y es una fuente de inspiración para los jóvenes islamistas que se sienten ajenos al orden democrático liberal de países como Holanda, Francia y España. La teocracia es tan «agresiva» (aquí el término es apropiado) y tan mala como el ateísmo político.

La discusión acerca de cuál tendría que ser la actitud del Estado en relación con las religiones debe limitarse pues a elegir entre los tres modelos intermedios: laicismo, multiculturalismo o Iglesia oficial. El problema de este último modelo es que discrimina a las religiones que no ocupan la posición privilegiada de la que ha logrado ocupar ese lugar de privilegio. En las actuales circunstancias no parece plausible que reaparezca una sociedad con un único credo religioso común a toda la población. Así que se trata de un modelo basado en la nostalgia. Por su parte, el modelo multicultural es igualitario en lo que concierne a todas las religiones pero discrimina a los no creyentes. Se olvida de la mitad de los ciudadanos de los países europeos, que no suscriben ningún credo religioso. Además, es incapaz de crear una base verdaderamente universal sobre la que construir una ética compartida, pues hoy en día la diversidad religiosa no es lo que nos une, sino lo que nos separa.

El laicismo parece pues la idea más adecuada para proporcionar una base común a todos los ciudadanos, sea cual sea su fe religiosa, y permite unirlos a todos en torno a una serie de valores, los de democracia, derechos humanos y Estado de derecho. Por supuesto que los laicistas deben cuidarse de no defender sus convicciones de manera «agresiva», según nos advierte el arzobispo Tomasi, pero sí deberíamos confiar en la posibilidad de que los países europeos encuentren una nueva identidad que no esté basada en el cada vez más evanescente pasado religioso común.

No hace falta ignorar la herencia espiritual y religiosa, como pide Sarkozy, para saber que el futuro no parece anunciar la prevalencia de una única religión compartida por todos. Los europeos haríamos bien en aceptar este hecho irrebatible, y construir Estados y sociedades basados en un modelo realista que, al propio tiempo, constituya una fuente de inspiración para todos sus ciudadanos, cualesquiera sean sus convicciones religiosas. Pensándolo bien, un Estado laicista no parece tan mala idea. Nos proporcionaría un idioma moral común a todos, un «esperanto moral» que todos podríamos ser capaces de hablar.

Paul Cliteur, catedrático de Jurisprudencia de la Universidad de Leiden (Países Bajos), acaba de publicar en España el ensayo Esperanto moral.

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Democracia vs Teocracia

Curso de Verano de la Fundación Universidad Rey Juan Carlos Aranjuez, 30 de Junio al 4 de Julio de 2008

El auge del fundamentalismo islámico, con sus acciones terroristas y su proselitismo creciente preocupa a nuestra sociedad. También preocupa, aunque en menor medida, la radicalización de las religiones con mayor arraigo en España. Por otro lado, en muchos países occidentales ha florecido con fuerza un postmodernismo que con su odio a la modernidad y su desafío al pensamiento racionalista conduce a un nihilismo que nos puede dejar desarmados. Ante el temor de que en la contienda de la «Alianza de civilizaciones» vayan a salir perjudicados la democracia y el laicismo hemos de elaborar propuestas razonables y consensuar una postura ética secularizada. 

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El caso Rushdie

Hace veinte años el caso Rushdie supuso un cisma entre la sociedad británica y su minoría musulmana. La campaña contra el libro Los Versículos Satánicos transformó el paisaje cultural y político de Gran Bretaña. La quema de libros durante las protestas y la fatua lanzada por el Ayatollah Khomeini obligó a Salman Rushdie a esconderse durante toda una década.

El caso Rushdie difería de los conflictos previos acaecidos previamente entre la sociedad británica y sus minorías. La ira musulmana no era debida a cuestiones como la discriminación o la pobreza, si no a la ofensa que las palabras de Rushdie habían provocado en los sentimientos más profundos de los creyentes musulmanes. ¿ De dónde provenía esta herida y porqué se manifestaba ahora ? Podía y debía ser mitigada esta angustia musulmana ? ¿ Cómo se vertebraba este enfado en temas políticos como los derechos y deberes ciudadanos ? Gran Bretaña no se había planteado antes este tipo de cuestiones. Veinte años después aún busca las respuestas.

Fue a través del caso Rushdie que muchos de los temas que ahora dominan el debate social y político – el multiculturalismo, la libertad de opinión, el islamismo radical – salieron a la superficie. Fue también debido a este caso por lo que nuestra opinión sobre estos temas empezó a cambiar. En la era post – Rushdie se ha afianzado el sentimiento de que en una sociedad plural es inaceptable el ofender a otras culturas o credos. En 1989 poca gente habría dudado sobre el derecho del escritor a publicar su novela. En 2005 estaba extendida la percepción de que el periódico danés Jyllands-Posten hizo mal en publicar las viñetas de las caricaturas de Mahoma. Los políticos rogaron a los medios británicos para que no las publicaran, y condenaron a otros medios europeos por hacerlo bajo el epíteto de “irrespetuosos”.

Shabbir Katar es un filósofo musulmán que se convirtió en el vocal del Consejo de Mezquitas de Bradford (GB) después de la quema de libros de Rushdie. Recomienda la auto-censura como algo valioso. Viene a decir que lo que Rushdie publica afecta a muchas personas en un mundo donde cohabitan convicciones y pasiones variadas. Muchos liberales son ahora de la misma opinión. “Si la gente comparte el mismo espacio público y político sin que haya conflicto”, menciona el sociólogo Tariq Modood, “debe evitar extralimitarse en lo que dice”.

El impacto de los atentados del 11/09 en Nueva York y del 07/07 en Londres, y la muerte del realizador holandés Theo van Gogh en 2004 han acabado de modelar el paisaje cultural. Particularmente significativa es la historia de La Joya de Medina, escrita por la periodista norteamericana Sherry Jones. La novela sobre Aisha, la esposa más joven de Mahoma, debía ser publicada por Random House el año pasado, pero después de que un académico norteamericano la describiera como “ofensiva” la editorial la desestimó. Ninguna otra gran editorial se interesó por ella. En 1989 la editorial Penguin continuó publicando Los Versos Satánicos a pesar de la fatua, las amenazas de muerte e incluso el asesinato de algunos editores y traductores. Veinte años después de la fatua de Khomeini el terror se ha interiorizado.

El novelista Hanif Kureishi, un amigo de Rushdie desde tiempos anteriores a la fatua, ha narrado extensamente la experiencia de los inmigrantes en Gran Bretaña a través de novelas como el Buda de los Suburbios y películas como Mi hermosa lavandería. Hablé con él recientemente sobre el impacto de la campaña contra Los Versos Satánicos en su propia obra y sobre la cultura británica en general.

“Nadie”, comenta Kureishi, “tendría los huevos hoy en día de escribir Los Versos Satánicos, ya no te digo de publicarlos. La escritura hoy es timorata porque los escritores están aterrorizados”.

Como Rushdie, Kureishi es un escritor que entró en el panorama literario de los ochenta explorando las relaciones entre raza, cultura, identidad y política en la Gran Bretaña de Thatcher. Pero mientras el primero nació en Bombay y su obra se encuentra modelada por la política y la cultura del subcontinente, Kureishi nació en Bromley, en el sur de Londres, fue a la misma escuela de su tan admirado David Bowie (aunque no coincidieron), y su obra está tamizada por los sonidos y ritmos de la capital británica.

La escritora Zadie Smith leyó por primera vez a los quince años la semi-autobiográfica primera novela de Kureishi, publicada en 1990. “Un ejemplar del libro circulaba por nuestra escuela a escondidas”, comenta. “Cuando me llegó mi turno me lo leí de un tirón en el patio y me perdí todas mis clases. Algo que un lector blanco daría por descontado a esa edad, el placer de leer un libro sobre alguien que se te parezca un poco, a mí no me había sucedido hasta el momento al no poderme identificar con ninguno de los personajes asiáticos que aparecían en las novelas que había leído. Los personajes de Kureishi no encajaban con el tópico despectivo habitual acerca de los asiáticos. Eran tan presumidos, listos y con una fuerte carga sexual como el mismo Kureishi”. “Yo era un paki. Toda mi familia lo era. En mi trabajo había muchos. En cambio en las películas o novelas de ese tiempo no aparecían. O por lo menos paquistaníes que yo pudiera reconocer”, afirma el autor.

Más aún que el propio Rushdie, Kureishi se convirtió en el talismán de una nueva generación de asiáticos que luchaban no solo contra el racismo, sinó contra la imagen convencional que se tenía de ellos. El escritor Sukhdev Sandhu afirma que Kureishi cambió el enfoque sobre lo que significaba ser asiático tanto por lo que respecta a él mismo como por parte de sus amigos blancos. Los asiáticos “habían sido caricaturizados previamente como sumisos y retraídos. No queríamos ser tema de debate público o fuente de problemas. No fue el caso de los personajes asiáticos de Kureishi. “El lenguaje de Kureishi fue una revelación. No era ni dócil ni manso. Más bien dinámico, divertido e informal”.

Kureishi obtuvo su primer éxito en 1985 con Mi Hermosa Lavandería. Su obra narraba la historia de amor entre un aburrido adolescente asiático llamado Omar y un muchacho anglosajón de clase obrera llamado Johnny, con el telón de fondo de la recesión económica y el racismo imperante en la Gran Bretaña de los años 80. La película contrastaba con el patrón clásico que seguían los films “étnicos” hasta la fecha, por ser divertida, chocante y sensual. Pero al mismo tiempo que abordaba temas tabú y rompía prejuicios establecidos, también resultó embarazosa para los cronistas con un enfoque tradicional en su descripción de la vida del inmigrante. Sandhu recuerda como su padre le dio un cachete después de ver la película en familia por televisión. El pobre Sandhu no sabía nada de la película excepto de que trataba sobre asiáticos. “La noche que emitieron la película barrí la alfombra, preparé un aperitivo e hice instalar a mis padres enfrente del televisor”. Las escenas de sexo gay y los desnudos, así como la inmoralidad de algunos de sus personajes (traficantes de drogas o un empresario paquistaní sin escrúpulos) disgustaron sobremanera a mis padres. Además, los mullahs tampoco salían muy bien parados. “¿Porque nos muestras semejante porquería?”, aulló el padre de Sandhu, con sus puños amenazantes. “Y eso que ya no llegaron a ver la escena en la que Omar y Johnny follan en el la lavandería”, musita Sandhu.

“Mi padre se sentía aterrado con toda razón”, comenta. El film mostraba precisamente todo aquello a lo que más temía : la ironía, la juventud, la inestabilidad familiar, o el deseo sexual. A pesar de todo le enseñó, aunque le costó unos cuantos años el asimilarlo, que no podía controlar el futuro. Y controlar – esposas, niños y dinero – era precisamente aquello que más deseaba un inmigrante asiático tradicional”.

El padre de Sandhu no fue el único ofendido. Con tres años de antelación respecto a Los Versos Satánicos de Rushdie, la obra de Kureishi provocó la ira de los islamistas. “Hubo manifestaciones en contra en New York promovidas por la Pakistani Action Group”, comenta Kureishi. Cada viernes había un centenar de hombres de mediana edad manifestándose delante del cine gritando “No homosexuals in Pakistan”.

Lo que más molestó a los críticos de Kureishi es que no tratara a sus personajes asiáticos con respeto. “Soy un hombre de negocios profesional, no un pakistaní profesional” le dice a su colega Johnny el arrendador Nasser al desalojar a un arrendatario negro. “Se trataba de un nuevo concepto sobre lo que suponía ser asiático, dice Kureishi, “más allá de la clásica noción victimista. Quería mostrar que no todos los asiáticos eran simpáticos y políticamente correctos, por lo que incluí un personaje egoísta y ambicioso muy en la onda del Thatcherismo”.

Pero la idea de victimismo no sólo resultaba muy seductora, también creó extraños compañeros de cama. “Fue la primera vez, que yo recuerde, que la Izquierda y los fundamentalistas iban de la mano”, comenta Kureishi. Los críticos islámicos dijeron que se había llamado homosexuales a todos los musulmanes y que los platos sucios se tenían que lavar en casa. I la Izquierda dijo “deberías apoyar tu comunidad en lugar de atacarla”.

A pesar del encontronazo con los islamistas Kureishi no pudo imaginar lo que más tarde llegaría con Los Versos Satánicos. “Primero leí un borrador de Los Versos Satánicos. No encontré nada escandaloso. Lo vi como un libro sobre la psicosis, la novedad y el cambio. Los 80 fueron una época de fusión – en la música, la gastronomía o la literatura. Los Versos Satánicos formaba parte de esta corriente”. Aún cuando las protestas empezaron, no las tomó en serio. “Las manifestaciones contra Mi Hermosa Lavandería ser diluyeron. Pensé que lo mismo pasaría con Los Versos Satánicos”.

Kureishi ni siquiera recuerda la quema de libros. “No fue algo que me quedara grabado”, dice. “Sólo con la llegada de la fatua me quedó claro lo peligroso que era todo. Parecía de locos que alguien pudiera ser asesinado por escribir un libro. Estaba anonadado. ¿Cómo una comunidad se podía volver en contra de una de sus más brillantes voces?”.

La fatua supuso un trauma para Kureishi, y no sólo por ser amigo de Rushdie. “Cambió el sentido de mi escritura. A diferencia de Salman a mi nunca me interesó la religión. Provengo de una familia musulmana, pero perteneciente a la clase media – intelectuales, periodistas, escritores – y muy anti-clericales. Yo era ateo, como Salman y como muchos asiáticos de mi generación. Estaba interesado en la raza, la identidad, la mezcla, pero no en el Islam. La fatua cambió todo esto. Empecé a investigar sobre el fundamentalismo. Visité mezquitas y hablé con ellos.

Seis años después de la fatua de Rushdie, Kureishi produjo The Black Album, su trabajo más relevante en la era post – Rushdie (en estos momentos prepara una versión teatral con el Teatro Nacional para este verano). Ambientada en 1989 cuenta la historia de Shahid, un solitario y vulnerable estudiante que se debate entre el liberalismo y el fundamentalismo – entre Deedee, su maestro y también amante, que le introduce en Lacan, el sexo, Madonna y Prince (el título del álbum está prestado de un álbum de Prince), y Riaz, para quien toda la música pop es decadente y quien enseña a Shahid a pregar y a ayunar.

Dos años más tarde llegó Mi Hijo el Fanático, un relato corto, del que después se hizo un largometraje, que trata sobre la densa relación entre Parvez, un taxista de Bradford que sueña en hacerse rico y en encajar en la cultura británica, y su hijo, Alí, quien se decanta por el fundamentalismo islámico para encontrar un senda de orden moral y de sentido de pertenencia. “Amo a Inglaterra”, dice Parvez a su hijo. “Te dejan hacer casi todo lo que quieras aquí”. “Ese es el problema”, replica Alí.

Los fundamentalistas en las historias de Kureishi no pertenecen a la primera inmigración. Si sus padres lamentan la pérdida de un mundo que han dejado en sus sociedades de origen, los hijos anhelan un Islam que nunca han conocido. Se trata más bien de un conflicto generacional que de un choque entre civilizaciones. La primera generación desea prosperar materialmente, mientras que la segunda busca llenar un vacío espiritual. “Creo en una cosa”, dice el padre de Shahid en The Black Album. “Se llama trabajar hasta que me arda el culo”. Cuando Alí se enfrenta a su padre por la bebida en Mi Hijo el Fanático, el padre cuenta que “durante años he trabajado más de diez horas al día, he tenido pocas distracciones y nunca me fui de vacaciones. ¿Es entonces un crimen tomarse una copa cuando te apetece ? Alí insiste en que lo es, y acusa a su padre de estar “demasiado imbuido de la civilización occidental”.

“Los fundamentalistas que conocí”, dice Kureishi, “fueron educados e integrados de un modo tan inglés como el mismísimo David Beckham. Pero pensaban que Inglaterra era un sumidero. Tenían una visión apocalíptica del futuro. Vivían en un universo paralelo. No tenían idea de cómo sería la vida en un país islámico, pero clamaban por instaurar la Sharia. Y apoyaban un Islam que hubiera disgustado a sus padres”. Kureishi recuerda la visita a la casa de Farid Kassim, uno de los fundadores de la rama británica de la corriente Hizo ut-Tahrir. “Cuatro mujeres nos trajeron la comida. Entraron en la sala de espaldas, de manera que no pudiéramos ver sus rostros. No he visto nada parecido en ningún otro lugar”.

El caso Rushdie, valora Kureishi, transformó no sólo su manera de hacer las cosas, si no que influyó en la manera de hacerlas para el resto de la población, escritores incluidos. La fatua creó un clima de terror y miedo. Los escritores tenían que pensarse dos veces lo que estaban haciendo. La libertad de expresión se convirtió de nuevo en un tema de debate cuando parecía algo ya totalmente superado. Los liberales tuvieron que dar un paso adelante para defender algo que por obvio y por supuesto ni se habían planteado con anterioridad. ¿Cómo les ha ido ? Los ataques a Rushdie demostraron que las palabras pueden ser peligrosas. También demostraron que el pensamiento crítico es más importante que nunca, y que necesita ser protegido ante la blasfemia, la inmoralidad y el insulto. Pero la mayoría de la gente y de los escritores agachan la cabeza, prefieren tener una vida sin sobresaltos. No quieren una bomba en la puerta de su casa. Han sucumbido al terror”.

Kenan Malik

Publicado en http://www.kenanmalik.com/essays/prospect_kureishi.html

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Entrevista a Dale McGowan, autor de «Parenting beyond belief»

Nací y me crié en Los Ángeles, pero durante dos años viví en Atlanta. Calificar este cambio de aires como shock cultural sería tomarlo demasiado a la ligera. En mi lugar de trabajo mi única compañera de oficina era una Baptista del Sur que después de averiguar que crecí sin religión alguna decidió que su misión sería el convertirme. Una de sus preguntas era “¿Cómo puedes tener moral sin Dios? Y si tienes hijos, entonces qué ? Cómo podrán saber ellos la diferencia entre el bien y el mal ?”. De nuevo a salvo en Los Ángeles, sus preguntas aún me rondaban en la cabeza. No dudo ni me arrepiento de mi decisión de permitir a mis hijos el ser libres de crear su propio sistema de creencias, pero me inquieta que haya tanta gente que piense que la única manera de dotarse de principios morales sea a través de la creencia en lo sobrenatural. Ocasionalmente me pregunto si mis hijos llegarán a pensar que por este hecho les falta algo en sus vidas al ver que sus compañeros de clase asisten a templos, sinagogas, mezquitas o iglesias mientras que ellos no.

Dale McGowan, autor de Parenting Beyond Belief : On Raising Ethical, Caring Kids Without Religion, ha escrito un libro que pretende cerrar esta laguna, y este mes, su secuela, Raising Freethinkers : A Practical Guide for Parenting Beyond Belief sale a la venta. Reproducimos a continuación una entrevista con este autor.

– L.J. Williamson para The Examiner

Parenting Beyond Belief es el primer libro para padres no religiosos ?

Hay algunos libros excelentes sobre como educar a tus hijos sin la religión, pero se trata de ediciones reducidas y poco extensas, donde no se abordan tantos aspectos. En este sentido, Parenting Beyond Belief sí que sería el primer libro publicado por una gran editorial donde ampliamente se aborda este tema. Y afortunadamente no va a ser el último !. Una segunda parte titulada Raising Freethinkers : A Practical Guide for Parenting Beyond Belief, se encuentra ya disponible desde Febrero pasado.

Cómo es de extensa la audiencia para este tipo de libros ?

Enorme y no para de crecer. En 1980 el 8% de los norteamericanos se identificaban como no religiosos. En 2002 este porcentaje había crecido hasta el 14,1%. Existe una demanda potencial de un mínimo de 7 millones de padres no religiosos que actualmente educan a sus hijos con unos recursos didácticos de apoyo insuficientes. Se estima además que 10 millones de padres “nominalmente religiosos” darían la bienvenida a un libro secular de estas características. Cómo es de diferente Raising Freethinkers respecto al primer libro ? En Parenting Beyond Belief se presentaba de forma general en qué consiste una educación secular por parte de los padres. Raising Freethinkers ofrece consejos y prácticas más específicas, incluyendo respuestas a las 100 preguntas más comunes formuladas por padres no religiosos, más de 100 propuestas de actividades familiares y un catálogo con más de 200 libros recomendados, DVDs, organizaciones y sitios web donde seguir encontrando ideas y respuestas.

¿Por qué los padres no religiosos necesitan este tipo de contenidos específicos para ellos ?

La religión tiene mucho que ofrecer a los padres : una comunidad establecida, un abanico de valores ya predefinido, ritos de paso, medios para generar admiración y sorpresa, respuestas confortables a las grandes preguntas y consuelo ante la pérdida de seres queridos. Parenting Beyond Belief demuestra que se pueden obtener estos beneficios sin los efectos dañinos de la religión. También pretende mostrar a los padres no religiosos que a menudo se sienten aislados que mucha otra gente comparte sus valores.

No creo en la existencia de un Dios sobrenatural, pero me considero a mi mismo religioso en un sentido más liberal. ¿Es este un libro para mí ?

El subtítulo “sin religión” se refiere a la definición de religión más comúnmente aceptada : “creer, obedecer y adorar a un poder divino creador que rige el universo” (Webster´s New 20th Century). Para entendernos, se refiere a la religión deística. No se refiere obviamente a la definición más amplia de religión como abanico de creencias, valores y actitudes utilizada por ejemplo por Unitarian Universalism. Por lo tanto si usted es un padre que educa a sus hijos sin la idea de la existencia de un Dios sobrenatural, ni en base a revelaciones divinas o textos sagrados, este libro también está pensado para usted.

Usted menciona los “efectos dañinos de la religión”. ¿Cuáles son estos efectos ?

El hecho de cuestionarse honestamente algo en las religiones monoteístas ya de por sí no está permitido. Aquellos con una mentalidad de “nosotros contra ellos” que se han atrincherado en unos “valores” en los que el miedo a Dios, al pecado, a la duda y a la diferencia son los instrumentos utilizados en la educación, creen que el respeto al principio de la autoridad no se puede enseñar de otra forma, y mucho menos permitiendo que los niños desarrollen su propio juicio.

¿Estos libros pretenden que los padres religiosos dejen de serlo ?

No del todo. Estos libros son un recurso para aquellos padres que ya han decidido educar a sus hijos sin religión (que no sin valores). Incluso muchos lectores religiosos han alabado el tono de estos libros por fomentar la coexistencia y no el conflicto. Cualquier cosa que ayude a los padres a ser mejores educadores más allá de sus creencias es algo bueno.

¿Cómo no puede uno creer en Dios cuando … (rellenar el espacio) ?

Una buena pregunta, pero este no es el tema. Aunque el libro incluya un ensayo con los argumentos clásicos a favor y en contra de la creencia religiosa, este no es nuestro objetivo principal – y si dedicamos nuestro tiempo argumentando sobre lo que es no creer nunca llegaremos al tema que nos ocupa, el de la educación. Los lectores que deseen sumergirse en estos temas y sus maravillosas preguntas deberían dirigirse a otras magníficas obras ya escritas donde se exploran estas cuestiones tan trascendentales como son el tener creencias religiosas o dudar de ellas. Mi libro es para aquellos que ya han investigado o reflexionado sobre estos temas y han decidido que la religión no es para ellos.

¿Cuál ha sido la acogida de Parenting Beyond Belief ?

Muchos de aquellos que estaban preocupados de que fuera un libro “anti-religioso” han mostrado su agradable sorpresa después de leerlo. “Remarkably even hended” es una respuesta común. A pesar de que algunos de los que han participado en el libro son muy críticos con la religión, otros continúan sintiendo afecto por ella. La primera frase del ensayo de Julia Sweeney, por ejemplo es : “Me gustó ser católica”. Otros recomiendan a los padres seculares que lean literatura religiosa para que empaticen con los creyentes y sepan discernir las cosas buenas de la religión – no sin dejar de concienciar y alertar a los creyentes de la necesidad de depurar su religión de los elementos de odio, ignorancia y división que también pueden emanar de las creencias religiosas. De lo que se trata es de hacer ver que el libro pone en evidencia que tanto los creyentes como los no creyentes comparten muchos de sus valores. Al igual que los creyentes, los no creyentes también aprecian el amor, la honestidad, la bondad o la generosidad, se sienten atraídos por aquello que resulta prodigioso o por lo misterioso, buscan consuelo en los momentos en que pierden a un ser querido, y cuidan y valoran a sus amistades. Queremos que nuestros hijos sean bondadosos y tengan una moral ética. A pesar de todo, las encuestas indican que los no creyentes son la minoría que generan mayor desconfianza y miedo en los EEUU. Este miedo es infundado – y este libro puede tranquilizar a aquellos creyentes que sientan miedo de aquellos que no lo son. Lo que deseamos ambos grupos para nuestros hijos demuestra que lo que nos une es mayor que lo que nos desune.

¿Estos libros no adoctrinan también, pero en una dirección distinta ?

El valor principal del libre pensamiento es el derecho del individuo a pensar por sí mismo. El adoctrinamiento de cualquier tipo deniega este derecho. Los padres instalan valores en sus hijos, pero cada individuo elije el marco en el que esos valores se desarrollarán. Los niños no deberían ser etiquetados de manera alguna. Parenting Beyond Belief y Raising Freethinkers subrayan la importancia de mantener a los hijos abiertos y “no declarados”, de manera que puedan libremente cuando sean mayores identificarse con el marco de referencia que hayan elegido.

¿Los participantes en el libro están de acuerdo en todo ?

Parenting Beyond Belief practica lo que predica ofreciendo diversas opiniones. Qué otro libro hubiera contado con dos sacerdotes y Penn Gillette ? Hay hasta un apartado de réplica – contrarréplica en el que dos autores debaten sobre como tratar el tema de Santa Claus. Este es precisamente el modelo que queremos presentar a nuestros niños – no una versión cerrada, si no un sano, abierto y amistoso intercambio de ideas y la invitación a que sea uno mismo quien decida. Los cuatro participantes en Raising Freethinkers siguen esta misma filosofía.

¿Qué temas trata ?

Parenting Beyond Belief empieza con ensayos personales escritos por padres seculares como Julia Sweeney, Penn Jillete y Richard Dawkins, seguidos por capítulos titulados Living with Religion, Holidays and Celebrations, Being and Doing Good, Meaning and Purpose, Dealing with Dead, Questioning, the Wonder of Science, and Seeking Community. Raising Freethinkers sigue un marco parecido pero ofrece un acercamiento más práctico, centrado en unas 100 preguntas muy comunes, 100 actividades y el listado de más de 200 recursos alternativos donde encontrar más información para padres no religiosos.

¿Cómo pueden los niños tener moral sin ser religiosos ?

Ambos libros tienen capítulos específicos sobre este tema tan recurrente. Comportarse bien tiene sentido, y la mayoría de la gente lo hace porque tiene sus razones – también los que siguen ciertos mandamientos. El psicólogo Dr. Jean Mercer contribuyó con un ensayo en PBB describiendo los seis niveles que se dan en el proceso del desarrollo de la moral. Los niños tienen tendencia a moverse hacia los niveles más altos y adquirir una moral más juiciosa si aprenden los principios racionales del comportamiento ético en lugar de confiar únicamente en el principio de autoridad parental o de las sagradas escrituras.

Afrontar el tema de la muerte debe ser todo un reto.

Siempre ha sido así. Incluso aquellos que creen en otra vida lloran en los funerales y tratan de retardar todo lo posible su propia muerte. No hay mayor reto para un ser humano que saber que la vida tiene un final. Pero un número creciente de gente se ha dado cuenta de que para alcanzar la madurez del individuo hay que aceptarlo, en lugar de creer que no nos vamos a morir. Que la vida tenga un final es precisamente lo que la hace tan preciosa. En Parenting Beyond Belief se incluyen muchos razonamientos extraídos de la Filosofía que pueden servir de consuelo.

¿Qué podría reemplazar al Cielo como instrumento de consuelo de cara a la muerte ?

No olvide que junto a la esperanza que trae consigo el Cielo también está el miedo al Infierno. El racionalismo exime a ambos. Nuestro miedo a la muerte tiene mucho que ver con nuestro fracaso a la hora de asumir la no existencia – algo por otra parte que todos hemos “experimentado” antes de nacer. En ese momento no tuvimos miedo. Porqué tenemos miedo de retornar a ese estado sin miedo alguno ?. El Reverendo y Dra. Kendyl Gibbons ha escrito un maravilloso ensayo para el libro, muy práctico, de cómo hablar a los niños sobre la muerte sin acudir a ilusiones supra naturales.

¿Qué hace un sacerdote en un libro sobre como educar a los niños sin religión ?

De hecho hay dos. Kendyl Gibbons es un sacerdote según la clasificación de la Unitarian Universalist. Mucha gente perteneciente a esta categoría que se describe a sí misma como humanistas (46%) o ateos (19%) quieren también para ellos los beneficios de pertenecer a una comunidad religiosa. La experiencia del reverendo Kendyl en el trato con familias seculares en el momento de la pérdida de algún ser querido se hace muy evidente en su escrito. Junto a ella en el libro también aparece la Rev. Dra. Roberta Nelson, quien escribe sobre la necesidad de tener una cultura religiosa. Además el co-autor de Raising Freethinkers es Jan Devor, un educador unitario humanista religioso.

¿No es importante para los niños sentirse parte de algo ?

Claro que lo es. Afortunadamente como seres humanos formamos parte de muchas cosas. Nuestra familia, nuestra comunidad, la humanidad o la naturaleza son algunos ejemplos de entornos que nos dan un sentido y un contexto. Apartar la religión no nos aísla. Al contrario, debería reforzar los lazos de confianza y seguridad de lo que nos une.

¿Entonces la religión no es que sea mala del todo ?

Claro que no. Como muchas creaciones humanas es una mezcla de cosas buenas y de cosas malas. Deberíamos quedarnos con las buenas y rechazar las malas. El mayor bien que podemos dar a nuestros hijos es la capacidad y la libertad para pensar, discurrir, de permitirles que razonen por ellos mismos que es lo bueno y lo malo de cada cosa. Pero cuando establecemos ideas más allá de cualquier crítica lo malo no desaparece, y esto no puede ser bueno. Solo si somos capaces de valorar todas nuestras ideas podremos trabajar juntos para separar aquellas que no son valiosas y perjudiciales de aquellas que son nobles y valiosas.

Traducido desde:

http://www.examiner.com/x-2580-LA-Parenting-Examiner~y2009m2d15-QA-with-the-Dale-McGowan-author-of-Parenting-Beyond-Belief

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